Hola a todos y todas, bienvenidas/os a mi historia...o mejor dicho,la historia de Natalia...

miércoles, 16 de marzo de 2022

Síntomas de que llegaba algo terrible...

AVISO 🚩 Entrada dura de leer, pero necesaria para comprender cómo llegué a mi diagnostico de TLP y cómo nos afectó a Natalia y a mi, el confinamiento de la pandemia por el Cóvid19. 



El confinamiento, cómo ya expliqué, a las personas (no a todas, tampoco quiero generalizar, aunque sí fue a un mayoritario porcentaje de ellas) que tenemos un trastorno o enfermedad mental, nos agravó nuestros síntomas y dificultades, los sacó a la luz si desconocíamos que los teníamos o se presentaron de repente sin esperarlos. El caso es que el número de personas asistidas en Salud Mental, creció y sigue creciendo, produciendo unas listas de espera de consecuencias terribles, ya que las consecuencias de no ser atendido, y de manera correcta, no la típica visita de 10 minutos y hasta dentro de un mes, puede provocar empeoramientos severos de dichas enfermedades hasta límites de llevar a las personas a decisiones de las que luego no se puedan revertir. Y aprovecho para dar un ligero dato que me llegó hace poco:


El suicidio es el mayor problema de salud pública en Europa, con una tasa de prevalencia de 11.93 por 100.000 (en España la tasa es menor, de 7,79).  A nivel mundial, cada año se suicidan casi un millón de personas, 800.000  según la OMS. Por cada persona adulta que decide quitarse la vida, posiblemente más de otras 20 lo han intentado, y cada suicidio afecta íntimamente al menos a otras seis personas .confederación SALUD MENTAL españa

Grave, muy grave. ¿Verdad?

Tras los primeros meses de confinamiento, en los que yo tenía muy claros los objetivos a trabajar con Natalia y como hacerlo, dieron o nos dejaron tener los primeros "permisos". Abrieron casales, se puso en marcha la vuelta al cole, etc...
Mi trabajo con Natalia era un continuo 24 horas con ella. Todos los minutos del día los tenía organizados y con su pictogramas preparados para facilitarle más todavía la adaptación a la nueva realidad que vivíamos, en casa son poder salir y añadiendo el agravante de que ella, ni de lejos, comprendía lo que estaba ocurriendo. No era ni como un niño pequeño que se le puede adaptar la información a su edad y comprensión. Para ella el Cóvid19 era, es y será siempre un desconocido, algo que nunca supo que sucedió pero sí vivió sus consecuencias.
Mi mente, se acostumbró, por decirlo de alguna manera, a todo ese control que yo tenía sobre las dificultades del TEA de Natalia. Era terapeuta, maestra, logopeda, monitora de ocio, psicóloga, psiquiatra... era todo y lo mejor que mi hija tenía. O eso me creí yo. Aunque al principio fue complicado, a medida que pasaban las semanas, Natalia se sentía mas segura con ese orden que no la descolocaba porque el día se desarrollaba siempre de la misma manera (quitando cosas puntuales que le anticipaba correctamente con sus secuencias) y yo me sentía... mmm, no sé cómo decirlo... ¿más poderosa? Os lo prometo, llegué a pensar que el confinamiento era lo mejor que nos había pasado porque mi hija por fin, tenía todo lo que necesitaba y yo podía proporcionárselo sin presiones de csmij o colegio, etc...
Pero me engañaba. Eso era vivir en una cárcel, sin socializar ni mantener ningún tipo de comunicación con el exterior y no podía hacerle eso a mi hija. Yo me fui acostumbrando a ello, lo reconozco, apenas cogía el teléfono, me metí tanto en mi mundo sin darme cuenta, que llegué al punto de desviar mis llamadas al teléfono de mi marido, ni siquiera cogía las de mis médicos, a los que mi marido ya había puesto al tanto de mi "extraña situación". 
Con los primeros permisos, mi hija fue adaptándose poco a poco a salir, primero casales y luego colegio. Y le iba bien, lo necesitaba ( sus crisis conductuales siguieron, eso era lo único que no mejoré yo en ella durante el confinamiento y seguramente el agotamiento del que yo no me hacía consciente regulándoselas sin ayuda, fue una de las múltiples causas de mi primer intento de suicidio).
Mientras ella se adaptaba al mundo de nuevo, metiéndose con ganas en él, yo empecé a caer en picado y mi cabeza empezó a tener paranoias raras que cada día se me iban más de las manos.
Natalia ya no necesitaba más de mi, me decía y si necesita algo, su padre y su hermano, con la ayuda externa que tenían, podían hacerse cargo. Mi hijo era un chico brillante, responsable, maduro, tanto, que a la edad de 16 años ya hasta podría vivir solo, pues sabía hacer y organizar todas las tareas de llevar una casa. Y mi marido, se podría decir que igual que mi hijo, siendo además un padrazo... pero aguantando una mujer que cada día se sentía menos válida, que nadie la necesitaba, que ya había cumplido su labor en este mundo y que no le veía sentido a continuar en él.
Todo lo peor e insignificante que os podáis imaginar, eso era yo. O más bien, eso me sentía yo.
La primera alarma saltó, una tarde hablando en un chat con un grupo de mamis TEA de whatsapp. Para no alargarme tanto, os resumo.
Yo comencé a hablar extraño, muy negativamente de mi, con pocos planes de futuro a largo plazo, explicando lo bien que estaría descansando "para siempre", cosas que a veces se dicen en broma, pero que una de las mamis, muy amiga mía y que además es psicóloga, por mi apenada y al mismo tiempo segura forma de hablar y explicar que... uff, esto me resulta muy difícil de contar... había comprado a Natalia, un cuento infantil, para que se lo leyeran mi marido y mi hijo, cuando yo faltara, que trataba sobre como explicar y ayudar a los niños a superar el duelo cuando uno de los padres fallecía.
Ella, mi amiga, entendió que yo no estaba bien, y que seguramente ya tendría planes de cuando y como hacerlo. Saltaron sus alarmas y se puso en contacto con mi marido, le explicó lo que veía y él le contó lo extraña que estaba en casa, poco comunicativa y preocupada por dejar en orden cosas sobre el futuro de Natalia, como hablar de residencias (algo que a mi antes, me daba miedo hablar), etc... Mi amiga le recomendó llamar a mi doctora y explicarle todo, sobre todo, que creían que yo podía estar pensando en el suicidio. Llamó y mi doctora en seguida hizo un informe que le pasó al momento por correo electrónico, para que me llevara a urgencias y una psiquiatra o psicóloga me vieran allí.
Así lo hicimos y como fue algo inesperado para mi, evidentemente me puse a la defensiva y descubrí sin querer, mi secreto para haber mantenido tanta rigidez de horarios sin decaer durante el confinamiento, que fue sobremedicarme cada vez mas hasta llegar a un punto de poner mi salud en riesgo de manera peligrosa, algo que provocó que la psiquiatra que me atendió me propusiera seriamente, un ingreso hospitalario. Pero tras hablar con mi marido, entre él y el equipo de urgencias psiquiátricas que había ese día, decidieron darme el alta, bajo una total vigilancia de mi marido, con la medicación controlada por él y lejos de mi alcance y ante cualquier comportamiento fuera de lugar, volver a urgencias de inmediato.
Así lo hicimos y así tuve que modificar mi plan para terminar con mi vida... porque mi pena me había comido ya, el dolor que sentía me crecía hasta en las lágrimas que me caían a diario y el sentido de mi existencia ya lo había olvidado.
Terminé durante unas semanas de meditar cómo hacerlo, de pensar como dejar preparado la atención a mi hija, que era lo único que me preocupaba, ya que el resto tenía claro que continuarían su vida perfectamente y mejor sin mi ( mi paranoia ya me había abducido totalmente) y... antes de hacerlo, di un primer susto, tal vez por dudas o por miedo o porque dentro de mi, aun esperaba que alguien rescatara a la Cris que un día había sido, no lo sé. Tras ese susto, lo hice, sin pensar, con los ojos cerrados, segura de mi misma y de lo que estaba haciendo....


( Continuará en próximas entradas para no alargar más esta, que ya se me ha hecho muy dura de escribir, gracias a los que me habéis leído y ponéis vuestro granito compartiendo o hablando de la necesidad de visualizar los problemas de Salud Mental, para que hayan mas ayudas y menos tabúes)



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